José Bechara

Adolfo Montejo Navas

Lapiz – Revista Internacional de Arte, no. 249 (imprensa)
Janeiro 2009
Texto original em espanhol

 

 

No es costumbre utilizar La galería como estudio o campo de pruebas para mostrar un work-in-progress. Es algo que exige desafío, y también complicidad del galerista. La MUESTRA DE José Bechara (Rio de Janeiro, 1957) ofrece eso, propuesta de trabajo, apuesta estéticas que respiran una voluntad nueva. Sobre todo porque el artista se inscribe en un imaginario con oxidaciones, con abstracciones casi matéricas  aplicadas a soportes poco comunes (lonas de camión, etc.).

A la vista de esta exposición, que se desarrolla en dos espacios diferentes, y, en menor grado, al observar la intervención específica en la Fundación Eva Klabin (También en Rio de Janeiro y coincidiendo en fechas), se puede decir que Bechara se encuentra en una pasaje, un tránsito artístico. Se observa aquí una revisión de las coordenadas de su poética –en origen, pictórica–, que mira hacia límites nuevos. Vemos, así, instalaciones escultóricas en las que el espacio desempeña un papel esencial, convirtiéndose en protagonista que dialoga con los materiales. También en la intervención del artista en el Patio Herreriano de Valladolid se ha observado esta nueva potencia, la voluntad de diálogo entre el espacio y la materialidad cotidianos (mesas, sillas, vanos, superficies, hendiduras, vacíos). Los dibujos del otro espacio galerístico de Rio donde expone el artista apuntan a otra solución constructiva, híbrida, libre.

En la exposición de Lurixs se presentan caminos aparentemente contradictorios. Así, amén de dos grandes pinturas que modifican lo esencial de sus propuestas anteriores, se replantean aquí tanto las formas como el proceso de oxidación cromática (produciendo el cobalto y el cobre nuevos timbres). Se trata, además, de una pintura objetual, que pide un desarrollo allende la superficie. La pieza Gelosia reúne –y resume– varios aspectos: el espacio es conquistado con dos placas de cristal apoyadas en una esquina, que presentan franjas de oxidación de gran rigor constructivo y que muestran, asimismo, un rectángulo gris pintado que es emanación cromática del vacío construido con las placas. En el fondo, el horizonte de la pieza parece a punto de desdoblarse, pero ya refleja –más que insinúa– su potencial profundo como híbrido pictórico-escultórico.