MIAMI / FL
Diana Lowenstein Gallery
La última exposición personal del artista brasileño José Bechara, conocido por sus abstracciones, nos presenta una selección de sus obras más recientes, hechas en 2022 y 2023, en las que continúa esta tendencia. Sin embargo, estas piezas nos sorprenden por el uso de colores muy brillantes. Este colorido excepcional corresponde sin dudas a una nueva etapa en su creación en la que refleja una visión más optimista del mundo. La muestra, “Dancing in My Room” (Bailando en mi habitación), toma el título del nombre de una canción del grupo pop canadiense @347aidan, un tema sencillo y alegre, y hasta cierto punto banal.
Conceptualmente, Bechara continúa con su incursión en el constructivismo y en el informalismo siguiendo su interés en el espacio y el volumen. Las obras de esta exposición muestran esta influencia en las dos vertientes en las que el artista explora las posibilidades plásticas que estas le ofrecen, más su atracción por las cualidades expresivas del color, siendo este último el protagonista.
Las piezas presentan su característica combinación de óxido metálico con pintura, con lo que consigue una composición visual, en las que se realza el color por comparación. La mayoría de las piezas muestran rayas de colores alternando con las bandas de óxido, lo que crea una tensión que les confiere un dinamismo innato, un juego óptico que sugiere una tridimensionalidad. Pasar de una dimensionalidad a la otra no es nuevo para el artista, quien comenzó como pintor, pero después haría esculturas.
La instalación de la exposición fue concebida a partir de conjuntos de piezas agrupadas de acuerdo con su formato y composición, creando diversos espacios visuales en la sala. Formalmente las obras de esta muestra pueden dividirse en cuatro grupos distintivos: el primero, que contiene la mayoría de las piezas, tiene bandas horizontales alternando color con óxido; un segundo grupo presenta superficies oscuras y cuadriculadas y algunas con esferas; un tercer grupo, de dos piezas que tienen fondos rojos con cuadrículas más pequeñas, y un cuarto, también de dos piezas, de esferas flotando en el espacio.
Estas últimas son de formato vertical, y cada una muestra una combinación de dos partes, una superior y otra inferior. Sin título #228 presenta una combinación de colores contrastantes, la superior roja y la parte inferior blanca. Tiene unos círculos superpuestos que unen las dos partes; el mayor es azul, y el más pequeño, rojo. La segunda obra, Sin título #229, presenta una solución similar, pero las dos partes son del mismo color claro y las esferas son del mismo color, pero invertido, y están visiblemente separadas. Estas dos piezas son distintivamente diferentes del resto.
La mayoría de las obras son de formato mediano y vertical y hay varias de formato circular. Hay una excepción, la pieza Sin título #216, que es de un formato sustancialmente mayor y cuadrado, resaltando en medio de las demás. Es una pieza compuesta de dos partes, una encima de la otra, una solución que Bechara ha aplicado ampliamente. El soporte es lona, de las que se utilizan en los camiones de transporte, que el artista adquirió directamente de los choferes y la recicló en esta obra. Esto es algo que ha hecho anteriormente, y hay otras piezas de menor formato en la muestra hechas en el mismo tipo de soporte.
En el caso de esta obra específica, la lona al parecer había sido utilizada por algún tiempo, se había roto, y los dueños anteriores la habían reparado en varios lugares. Aún se pueden apreciar los parches originales de la tela, hechos por una razón totalmente utilitaria y sin pensar que sería reutilizada con otra función. El reciclaje y la transformación del material de uso cotidiano y de este objeto con una historia previa en una composición casi sagrada de una obra de arte también, nos habla de un cambio de perspectiva. Estas “telas” ya tienen una historia detrás, una vivencia basada en un uso anterior, pasando de utilitaria a sagrada, del castigo a la intemperie al inmaculado resguardo de una galería o un coleccionista.
Bechara expone parte de sus telas a un intenso proceso de oxidación, desechando la preconcepción del cuidado impoluto de la superficie. Esta intervención no solo crea un efecto visual, sino que también presenta una textura en contraposición a la superficie totalmente lisa de la pintura de acrílico. El proceso es una oxidación controlada en la que somete fibras de acero de diferentes proporciones a una emulsión metálica. Hay cierto punto de control y a la vez espacio para lo imprevisto durante este proceso de experimentación. Es durante este proceso que concede espacio para lo espontáneo que puede suceder durante la oxidación. La obra de Bechara nos lleva a reflexionar en las posibilidades de un antes y un después, que puede aplicarse al metal que usa antes y su cambio después de la oxidación, y a las lonas, con su función “original” utilitaria, a su conversión en obra de arte. Nos ofrece una perspectiva contemporánea enfocada hacia la realidad de un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa. En términos filosóficos, este proceso equivale a la falta de control sobre la vida y los caminos inesperados que esta puede tomar.
IRINA LEYVA